Según ha sido reportado por la Organización Panamericana de la Salud,
en la actualidad, más de la mitad de los habitantes del mundo son
menores de 25 años, aproximadamente un tercio tienen entre 10 y 24 años,
y de ellos, un 80 % viven en países en desarrollo.1 Estos
valores considerables de la población joven, deben continuar
incrementándose y especialmente la caracterizada como población
adolescente de 10 a 19 años estará en el 2020 sobre los 1 200 millones
de habitantes.1 De hecho, la población adolescente en América Latina llegará a ser superior a los 180 millones de habitantes.
Esto
nos indica que la adolescencia con todas sus características y
problemas constituye un problema asociado al mundo actual. Su
reconocimiento e importancia demográfica, cultural, sicosocial y
económica, y la necesidad de dedicarle cada vez más nuestra atención es
algo relativamente reciente.2,3
Si a esto
añadimos que los demógrafos cubanos han identificado un proceso de
rejuvenecimiento de la fecundidad cubana donde señalan que las mujeres
están teniendo hijos a edades más tempranas4 -fundamentalmente
el grupo comprendido entre los 15 y 19 años-, podemos considerar que la
fecundidad en la adolescencia, planteada en sus aspectos más generales,
constituye un problema de salud importante,5 sobre el cual
debe actuarse.
Una adecuada educación sexual de forma sistemática, tanto
desde lo social, como que individualmente actúe como elemento regulador
de la personalidad, resulta fundamental para lograr una juventud que
pueda disfrutar de una sexualidad sana y responsable.
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